Un terremoto de magnitud 8.8, registrado el martes por la noche en la península de Kamchatka, desató inmediatamente una erupción en el volcán Klyuchevskoy, según datos del Servicio Unificado de Geofísica de Rusia. Minutos después del temblor, los equipos de monitoreo confirmaron que la colosal montaña de 4 754 m comenzó a expulsar lava fluida por su lado occidental, acompañada de destellos incandescentes visibles desde estaciones científicas cercanas y detonaciones que intensificaron la alerta volcánica.

Klyuchevskoy, uno de los estratovolcanes más activos del mundo, ya mostraba señales de reactivación en las últimas dos semanas. El equipo KVERT detectó, entre el 11 y el 17 de julio, anomalías térmicas en imágenes satelitales y mantuvo el código naranja, el segundo nivel más alto de advertencia. Asimismo, entre mayo y junio se registraron explosiones estrombolianas que alzaron columnas de ceniza volcánica hasta 6.5 km de altura.

El potente sismo, originado en la zona de subducción de la placa del Pacífico bajo la de América del Norte, no solo reconfiguró las tensiones internas del macizo, sino que también desató un tsunami cuyas olas alcanzaron hasta 5 m en las islas Kuriles y generaron alertas en Japón y Hawái. A pesar de la dimensión del evento, no se reportan víctimas humanas relacionadas con la actividad volcánica, aunque hubo evacuaciones preventivas, cortes de energía y cancelaciones de vuelos por el riesgo de ceniza en la atmósfera.

Los vulcanólogos señalan que los grandes sismos pueden redistribuir la presión en los conductos magmáticos, favoreciendo erupciones en sistemas ya inestables como el Klyuchevskoy. Las autoridades mantienen la vigilancia sísmica y la observación de posibles réplicas, así como de nuevas columnas de ceniza que, en casos anteriores, han ascendido hasta 12 km y afectado rutas aéreas a cientos de kilómetros de distancia.

Con más de un centenar de erupciones documentadas, Klyuchevskoy confirma una vez más su papel protagónico en la geodinámica de Kamchatka, donde las fronteras entre el movimiento de placas y la furia volcánica se entrelazan de manera impredecible.