La disputa territorial entre Tailandia y Camboya escaló por segundo día consecutivo y ya deja al menos 16 fallecidos —15 en el lado tailandés y uno en el camboyano—, mientras más de 138,000 civiles han sido evacuados de cuatro provincias cercanas a la frontera. El primer ministro interino de Tailandia, Phumtham Wechayachai, adelantó que estos choques, que incluyen tanques, artillería y misiles BM-21, podrían convertirse en una guerra a gran escala si no se logra contener la violencia.

Los combates, descritos por el ejército tailandés como “enfrentamientos limitados”, reanudaron al amanecer en tres sectores distintos, entre ellos antiguos templos no delimitados oficialmente. Las fuerzas camboyanas habrían iniciado el fuego con artillería pesada, a lo que las tropas de Bangkok respondieron con “fuego de apoyo apropiado”. En Samraong, Camboya, un residente relató haber huido junto a su familia hacia un templo budista tras los disparos “desde las seis de la mañana”.

La crisis diplomática acompaña a la militar: Tailandia expulsó al embajador camboyano y llamó a consultas al suyo en Phnom Penh luego de que una mina terrestre hiriera a cinco soldados. El gobierno de Hun Manet respondió retirando casi todos sus diplomáticos de Bangkok y degradando las relaciones bilaterales al nivel más bajo.

El Consejo de Seguridad de la ONU celebrará una sesión urgente a puerta cerrada, solicitada por Camboya, mientras Estados Unidos y Francia piden el “cese inmediato de hostilidades” y la UE y China abogan por el diálogo. Anwar Ibrahim, primer ministro de Malasia y presidente rotativo de la ASEAN, afirmó haber hablado con ambos líderes, quienes mostraron “predisposición a buscar una solución pacífica”.

Este estallido es la mayor escalada desde 2011 en una franja fronteriza de 800 km salpicada de vestigios arqueológicos y disputas históricas. Una sentencia de la Corte Internacional de Justicia a favor de Phnom Penh tranquilizó la región hasta mayo, cuando la muerte de un soldado camboyano reavivó el conflicto.