En un enclave asediado por la guerra y la hambruna en Gaza, los profesionales de la agencia AFP describen condiciones extremas que ponen en riesgo sus vidas. Entre ellos, el veterano fotógrafo Bashar, activo desde 2010, compartió en redes sociales: “Ya no tengo fuerzas para trabajar. Estoy delgado y no puedo alimentar a mi familia”. Desde febrero vive con su madre en las ruinas de su vivienda, y relata que uno de sus hermanos murió de hambre, un duro testimonio de la crisis humanitaria que azota la Franja.

Con Israel restringiendo la entrada de corresponsales extranjeros, las agencias internacionales —AFP, The Associated Press y Reuters— dependen de periodistas freelance locales para mantener informada a la comunidad global. Sin embargo, los altos precios de los alimentos y la inseguridad constante obligan a estos reporteros a elegir entre cubrir eventos o buscar su próxima comida. Como señala la Sociedad de Periodistas de AFP, “nunca antes habíamos visto a colegas morir de hambre”.

Ante esta emergencia, AFP anunció que trabaja para evacuar a su equipo independiente y a sus familias, mientras aporta ayuda financiera adicional. AP y Reuters han expresado preocupaciones similares: ambas están destinando recursos para asegurar el acceso a víveres y, de ser necesario, facilitar la salida de sus colaboradores de Gaza. No obstante, los periodistas insisten en quedarse para cumplir con su misión: documentar la destrucción, exponer la crisis de seguridad y dar voz a una población al borde del colapso.

La situación en Gaza, con más de 59,000 fallecidos en 21 meses de conflicto según fuentes sanitarias locales, exige una intervención humanitaria inmediata. Los corresponsales reclaman apoyo de la comunidad internacional para garantizar su supervivencia y la continuidad de la cobertura de guerra en uno de los escenarios más peligrosos del mundo.