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El mensaje de América Latina en la 80.ª Asamblea General de la ONU

Voces diversas —desde críticas contundentes a Estados Unidos hasta pedidos para una secretaría general latinoamericana y femenina— mostraron coincidencias en principios, pero también profundas divisiones políticas.

25 de septiembre de 2025

Estados Unidos

Redacción

La 80.ª Asamblea General de la ONU reunió esta semana a mandatarios latinoamericanos cuyas intervenciones dejaron un conjunto de mensajes explícitos —y varios implícitos— sobre prioridades regionales y la posición de la región ante las tensiones globales. Entre los elementos más visibles estuvieron la defensa pública del multilateralismo y los principios de la Carta de la ONU, la crítica a ciertas políticas exteriores de Estados Unidos, la variedad de estilos diplomáticos y un empuje colectivo para que la próxima Secretaría General tenga rostro latinoamericano y femenino.


Una de las señales más llamativas fue la intervención del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que defendió el multilateralismo y lanzó críticas a medidas como sanciones o intervenciones unilaterales, y al mismo tiempo habló con “rigurosidad y claridad” sobre la situación en Venezuela y la prohibición del uso de la fuerza. La postura de Lula reafirma la posición de sectores de la región que exigen respeto a la soberanía y al derecho internacional.


El intercambio público entre Lula y el presidente de EE. UU., Donald Trump —quien llegó a calificar su cruce con Lula como de “excelente química” y anunció un encuentro posterior— puso en evidencia un doble mensaje: por un lado, la persistencia de tensiones diplomáticas; por otro, la posibilidad de acercamientos tácticos que cambian la narrativa pública. Observadores apuntaron a la sorpresa por el tono amistoso de ese breve encuentro, pese a las diferencias políticas profundas entre ambos.


A la par, mandatarios como Gustavo Petro (Colombia) adoptaron un tono confrontativo en críticas a la estrategia estadounidense en materia de drogas y en defensa de Palestina, mientras que Gabriel Boric (Chile) combinó un discurso crítico frente a negacionismos climáticos con llamados a la democracia y a la defensa de derechos humanos. Esos contrastes muestran estilos diferentes —más confrontativos o más conciliadores— pero coincidencias en temas como clima, democracia y la crítica a políticas que algunos gobiernos consideran amenazantes para la soberanía regional.


En el extremo opuesto del tablero político regional, líderes como Javier Milei (Argentina) y Nayib Bukele (El Salvador) reafirmaron su alineamiento con Estados Unidos, perfil que subraya la fragmentación ideológica de la región y la existencia de “bandos” con visiones contrapuestas sobre la relación con Washington. Esa división limita la capacidad de América Latina para presentar posiciones cohesionadas en foros multilaterales.


Un mensaje explícito y coordinado fue el planteamiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y de varios mandatarios para que la próxima Secretaría General de la ONU provenga de la región y, además, se privilegie la paridad de género en el puesto. Se mencionó públicamente el nombre de figuras latinoamericanas con experiencia multilateral, y la candidatura de la expresidenta Michelle Bachelet fue presentada y respaldada por algunos gobiernos como símbolo del reclamo regional por “balance geográfico equitativo”. Estas iniciativas reflejan un interés claro por aumentar el peso político de la región en la gobernanza global.


Otro mensaje implícito que emergió de las sesiones es la constatación de debilidades institucionales y de coordinación regional: analistas y diplomáticos observaron una América Latina “fragmentada” y con dificultades para articular respuestas comunes ante las múltiples crisis internacionales —desde Gaza hasta Ucrania— lo que reduce su influencia colectiva en la ONU. Esa fragmentación aparece como una advertencia para quienes buscan que la región se convierta en actor clave en la gobernanza mundial.


En lo relativo a derechos humanos y crisis específicas, hubo llamados a investigaciones e igualdad jurídica: la región mostró consenso en principios como la prohibición del uso de la fuerza, la no intervención y la defensa de la integridad territorial, aunque con matices a la hora de señalar responsabilidades concretas o medidas a impulsar en casos como Venezuela o los conflictos en Medio Oriente. Esa coincidencia de principios, sin embargo, convive con la falta de una estrategia política común para aplicarlos.


En síntesis, la presencia latinoamericana en la 80.ª Asamblea dejó —explícitamente— reclamos por respeto a la soberanía, defensa del multilateralismo, preocupación por el cambio climático y la protección de derechos humanos; e, implícitamente, la constatación de que la región continúa dividida, con liderazgos que van desde la confrontación hasta la búsqueda de diálogo táctico. A corto plazo, esas contradicciones condicionarán la capacidad de América Latina para transformar los principios que defiende en políticas coordinadas a escala global.

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